Antonio Navarro Ceballos, un inmigrante mexicano, quien no calificó para obtener la residencia durante la Amnistía de Reagan, finalmente casi 40 años después, pudo convertirse en residente de Estados Unidos.
“Este será mi primer Día del Padre como residente”, dice feliz y dichoso, Antonio quien debe su tarjeta de residencia a su primera hija nacida en este país, Marili de 31 años, quien hace tres años sometió la petición de ajuste migratorio para su progenitor.
“Hace unos días me llegó la residencia”, dice Antonio, sosteniendo la famosa green card entre sus manos.
Originario de Abasolo, Guanajuato en México, relata que vino a Estados Unidos a mediados de los años 80 junto con su esposa y sus dos hijas. Aquí en Los Ángeles le nacieron dos hijas más, entre ellas Marili.
“Yo conseguí una carta como trabajador del campo y apliqué para la residencia por medio de la Amnistía de Reagan de 1986, y me dieron un permiso de trabajo que renovaba cada año”.
Con ese permiso de trabajo, consiguió empleo como ayudante de mecánico en una conocida fábrica de quesos en Los Ángeles, y pudo ir y venir varias veces a México de manera legal.
Sin embargo, en una de esas entradas, en 1992 fue detenido en la frontera, y lo mandaron a una cárcel de migración en San Pedro, California.
“Me dijeron que mi petición para la residencia bajo la Amnistía de Reagan había sido negada por falta de evidencias. Después de un mes de detención, me dejaron libre, mientras apelaba mi caso”.
Cuando su permiso para trabajar expiró, dice que se dedicó a trabajar en lo que podía, para sostener a su esposa y sus cuatro hijas.
“Fui hasta jornalero durante dos años en Pasadena, después entré a trabajar a una planta de fabricación de pisos de madera; luego me independicé y me especialicé en poner ese tipo de pisos”.
Mientras tanto relata, que fue de abogado en abogado, en busca de algún alivio migratorio que le permitiera obtener la residencia y un permiso de trabajo.
“No fue sino hasta después de perder miles de dólares en asistencia legal, que no me ayudó en nada, que hace tres años, di con el abogado en migración Sergio Siderman, que fue quien me ayudó a obtener la residencia con base en una petición hecha por mi hija Marili”.
También le fue de gran utilidad el hecho de que su última entrada al país fue registrada como legal, debido a que su permiso de trabajo aún no se vencía cuando fue detenido al regresar de México en uno de sus tantos viajes.
“Me ayudó además que no tenía ninguna mancha ni ningún delito en mi expediente”.
Admite que a través de los años nunca perdió la esperanza de un día tener la residencia.
“Cuando el abogado vino a mi casa a entregármela la semana pasada, casi lloro”, dice Antonio de 66 años.
El abogado Siderman le entregó personalmente la tarjeta de residencia en su casa en el Este de Los Ángeles.
“Uno de mis mayores deseos ahora es poder ayudar a mi esposa Olga (Ramírez) a arreglar su estatus migratorio”.
Revela que su familia tiene un estatus migratorio mixto ya que sus dos hijas menores son nacidas en Estados Unidos, las dos mayores son beneficiarias del programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), su esposa es indocumentada, y él acaba de salir de las sombras.
No obstante, confiesa que no estará tranquilo hasta que todos en su familia puedan salir del limbo migratorio y ser oficialmente residentes de Estados Unidos.
Asimismo, su deseo es que la residencia le ayude a tener una buena jubilación.
“Aunque quiero seguir trabajando hasta que Dios me dé licencia”.
Antonio se prepara para disfrutar su primer Día del Padre como residente.
“Siempre nos juntamos en familia cada ocho días, pero este domingo va a ser un Día del Padre muy especial porque vamos a celebrar mi residencia”, dice.
Y agrega que espera poder viajar a México en un par de meses, a visitar su pueblo, al que no ha ido desde hace 32 años.
El abogado Siderman dijo que Antonio pudo conseguir su residencia legal porque tenía dos cosas muy importantes: primero, una hija estadounidense, mayor de edad que pudo hacer una petición para él; y segundo, contaba con una entrada legal a Estados Unidos a través de un permiso de trabajo.
Hace más de 30 años con ese permiso se podía entrar y salir del país, dijo.
Agregó que los padres sin documentos que cuenten con una entrada legal y un hijo o hija ciudadanos pueden conseguir la residencia en pocos meses.
Explicó que típicamente una persona que no tiene una entrada legal, al presentar una petición tiene que salir a su país de origen para una entrevista con un oficial de la embajada estadounidense y hacer un examen médico.
Pero en el caso de Antonio, dijo que hicieron todo el proceso de ajuste de estatus aquí en Los Ángeles sin salir del país y correr ningún riesgo.
“Mi recomendación es consultar a un abogado experto en leyes migratorias y certificado por la Barra de Abogados; cada caso es diferente y la ley de inmigración está en constantes cambios. Es mejor actuar lo más pronto posible para saber qué beneficios pueden aplicar a cada situación”.
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